Las mujeres estudian más que los hombres pero ascienden con dificultad; viven más pero con peor salud; el hogar sigue siendo ‘femenino’ y aún hay empleos que se les resisten
OLGA ESTEBAN
Estudian más. Son más constantes, no abandonan las aulas. Son menos en la Formación Profesional pero mayoría en la Universidad, en los grados de todas las ramas excepto en Ingenierías y ligeramente en Ciencias, también en los másteres y en los doctorados. Y aún así, solo son el 39% del personal que realiza actividades de I+D y los puestos de trabajo de mayor responsabilidad, en todos los ámbitos, los tienen ellos. Ellos son los encargados, jefes de oficina, de departamento y están al frente de pequeñas compañías y sucursales. Apenas 300 mujeres dirigen las medianas y grandes empresas asturianas. Sufren más inactividad y más desempleo, más temporalidad y más contratos a tiempo parcial. Si la brecha laboral se acerca no es porque nos contraten más, sino porque la tasa de empleo masculina ha caído con más intensidad de lo que ha aumentado la tasa femenina. Ellas cobran menos. Se hacen más cargo de nuestros mayores y nuestros menores. Son mayoría en la Educación y en muchos oficios sanitarios, en el telemarketing, en las cocinas de los restaurantes…. Pero apenas una de cada diez empleados de la construcción es una mujer.
Las brechas que nos separan aún son muchas, demasiadas, más allá de la salarial. Aunque ésta sigue siendo muy grande: las mujeres cobran un promedio de 13,02 euros la hora por los 16,69 de los hombres. La ganancia anual de las asturianas es de 19.077 euros y la de los hombres sube hasta los 27.010. De hecho, la brecha salarial de género es la mayor de España. Pero es que las diferencias, las distancias, van mucho más allá. Las asturianas tienen menos calidad de vida, más problemas crónicos de salud, el empleo estable se les resiste, alcanzan los 65 sin tener derecho a una pensión de jubilación. Son algunas de las conclusiones que se desprenden del informe ‘Situación de mujeres y hombres en Asturias, 2019’, que elabora cada año el Observatorio de Igualdad de Oportunidades, del Instituto Asturiano de la Mujer.
Viven más pero peor
Las asturianas viven más que los hombres (su esperanza de vida es de 85,5 años frente a los 79,4 de ellos), pero viven peor. Según las estadísticas, ellas viven con buena salud hasta los 60,7 años, frente a los 62,4 de ellos. Añadiendo a eso que las mujeres viven más, eso significa que ellas sufrirán de mala salud durante casi 25 años, frente a los 17 de ellos. Además, el 44,2% de las mujeres, por el 36% de los hombres, tienen algún problema de salud o enfermedad crónicos o de larga duración. Ellas sufren más problemas que implican dolor y cuestiones como la depresión o la ansiedad crónica tienen más del doble de prevalencia en mujeres que en hombres. Por todo ello, consumen fármacos con mayor frecuencia.
Nada es casualidad. El cuidado del hogar, de los mayores, de los hijos y de las personas dependientes siguen siendo tareas eminentemente femeninas. Una de las consecuencias de eso es que seis de cada diez cuidadoras presenta síntomas como cansancio, dolor de espalda o estrés.
Pese a todo, ellas intentan comer mejor y eso se traduce en que lo habitual entre las asturianas es tener un peso normal, mientras que el 43,2% de los asturianos padece sobrepeso.
Incluso en la muerte hay diferencias. Las enfermedades del sistema circulatorio son las que causan más fallecimientos entre las asturianas, mientras que los tumores son la principal causa de muerte entre los varones. Las enfermedades de la piel causan cinco veces más muertes en mujeres que en hombres. Pero los accidentes de tráfico provocan ocho veces más muertes en ellos que en mujeres.
Hasta aquí, la radiografía es esta: que la población de mujeres en Asturias está más envejecida; que tienen una expectativa de vida con mala salud mayor que los hombres, sobre todo por la mayor prevalencia de enfermedades crónicas. Que la brecha salarial es importante en la vida laboral pero que dura también después, por las diferencias de cuantía con las pensiones no contributivas… Es decir: «El acceso a los recursos económicos es más difícil en términos generales para las mujeres». Y a eso hay que sumar aún que hay más mujeres que viven solas y más familias monomarentales. No es difícil concluir que «son más las mujeres que necesitan ayudas».
Las cifras hablan claro: siete de cada diez personas que cobran en Asturias una pensión no contributiva de jubilación son mujeres. El 63% de quienes cobran el salario Social Básico son mujeres; el 66,4% de las peticiones de valoración para la Atención a la Dependencia también son de mujeres; tres de cada cuatro usuarios del servicio de ayuda a domicilio son mujeres y el 67,6% de quienes ingresan en residencias también lo son.
La brecha llega incluso al uso de las nuevas tecnologías. Aunque unos y otros usan por igual internet, ellos, por ejemplo, realizan más compras en red que ellas.
Y así, el informe cumple el objetivo de «visibilizar las diferencias que existen entre unas y otros en Asturias», que son muchas y muy significativas. La brecha, queda dicho, es mucho más que salarial.