Patricia Campos, la primera mujer piloto de reactor de la Armada, abandonó el Ejército al sentirse aislada, se convirtió en entrenadora de fútbol y es cooperante

ÁNGELA RODIL

La primera y única mujer piloto de reactor de la Armada, la valenciana Patricia Campos, protagonizó un cara a cara en la jornada Futuro en Femenino con Chelo Tuya, periodista de ELCOMERCIO. Una conversación en la que Patricia narró su experiencia dentro del Ejército en su condición de mujer y lesbiana, dos papeles que dificultaron, y mucho, su carrera: «He sentido más discriminación por ser mujer que por ser lesbiana». Así definió la expiloto su situación. «Creo que vivimos en una cultura machista, pero no solo en España, en Estados Unidos, donde vivo, también. No tenemos el mismo salario que ellos, ni estamos igual de valoradas», añadió.

Una situación que la ha marcado a lo largo de su vida: «Yo he sufrido discriminación por ser mujer desde pequeña: no me dejaban tocar la trompeta, no podía jugar al fútbol… Me preguntaban que cómo iba a ser piloto militar», ejemplificó.

Tal y como recordó Tuya, las vivencias de Patricia parecen algo del pasado, pero son situaciones recientes. La expiloto tan solo tiene 41 años, «aunque parezca que lo que cuenta pertenece a otra época muy distinta». Por ello, la entrevistada escribió ‘Tierra, mar y aire’, para explicar cómo trataban a las mujeres y lesbianas en el Ejército. «Yo podía pegar un portazo y decir ‘la siguiente que se apañe’, pero no lo vi justo. Entonces lo pensé, lo medité, pensé en las consecuencias que podía tener y, a pesar de eso, me arriesgué y lo hice con la intención de dar ánimos a otras mujeres y hombres porque si tú quieres hacer algo, puedes», afirmó.

«No era feliz»

Patricia Campos formó parte de la Armada hasta 2013. Habían pasado ocho años desde su ingreso en el Ejército. A pesar de tenerlo todo, en apariencia, ser pionera y funcionaria, dejó su trabajo porque, como expresó, «no era feliz. En esta vida estamos aquí para ser felices y decidí caminar hacia la felicidad». Y no era feliz porque no tenía el mismo trato que el resto de sus compañeros, «no me daban las mismas horas de vuelo, escuchaba constantemente chistes sexistas y machistas y cuando tú estás en esa situación día tras día en bucle, sientes que no tienes apoyo de nadie y te acabas sintiendo mal», confesó. Haber dejado el Ejército para Campos no es sinónimo, no obstante, de haber tirado la toalla. «Simplemente, es una guerra que yo no voy a ganar nunca, de hecho en la Armada no hay otra mujer piloto, así que ¿para qué te vas a enfrentar a algo como el Ejército? No podía ganarla sin ningún apoyo. Ahora «sería diferente, está en auge el movimiento feminista, hace unos años no había nada. Ahora me apoyarían un montón de feministas y hasta el Gobierno», subrayó. Por ello, la expiloto consideró que «si volviese al Ejército lo plantearía de otra forma. Con la información que tengo, con mi edad y madurez… No pasaría ni una, lo tengo más claro que el agua».

Con mucho valor, la ya expiloto decidió dedicarse a su otra gran pasión: el fútbol. En 2013, después de dejar la Armada, viajó a California, obtuvo la licencia de entrenadora y consiguió hacerse con un equipo local. Actualmente, entrena en Hawai, ya que ejercer la profesión en España «no da para vivir». «Imagínate a una mujer entrenando a un Madrid o unSporting, es algo que no creo que veamos nunca, aunque ojalá», dudó escéptica.

A Uganda con un balón

Su periplo en busca de la felicidad no termina ahí: en 2015 decidió irse con un balón a Uganda. «Quise irme a un país donde la mujer no estuviese en segundo plano, sino en cuarto: hombres, niños, los animales y por último, nosotras», justificó. En Uganda, Patricia se preguntó qué podía aportarle a aquellas mujeres, «yo solo sé pilotar y jugar al fútbol… Y así fue como surgió la ONG Goals forFreedom», organización que fomenta la igualdad de derechos a través del deporte y que actualmente tiene la labor de hacer una escuela y un campo de fútbol en el que Campos les enseña a jugar, «pasan de ser sumisas a ser mujeres empoderadas», señaló. Así, «se consigue romper el circulo de la pobreza» porque si no las mujeres del país están destinadas a ejercer la prostitución o a no ser nadie porque no saben que pueden ser algo más. «Si tu ves algo, lo puedes ser , pero si ese algo no sabes ni que existe nunca lo serás. Y ahora algunas de las ugandesas con las que hemos trabajado quieren ser árbitros o pilotos», ejemplificó la cooperante. «Hemos avanzado mucho y hay que ser positivos pero también realistas, quiero decir que nos queda mucho por hacer», concluyó.