«No se puede luchar contra algo que piensas que ya está superado. Nos robaron el feminismo, nos robaron los referentes, pero hemos roto ese silencio cómplice»
EUGENIA GARCÍA
Se llaman ‘Towanda Rebels’, nacieron en la década de los ochenta y se consideran unas privilegiadas. Se definen como «jóvenas en la Cuarta Ola» del feminismo, esa que en lugar de pancartas tiene redes sociales y que ellas surfean con rebeldía y no menos convicción que las sufragistas. Sobre un escenario, Teresa Lozano y Zua Méndez desprenden espontaneidad y destilan sororidad, «esa unión de mujeres que rompe los estereotipos». «Esa idea de que las mujeres, juntas, podemos cambiar la sociedad».
Hace apenas un año, tirando de teléfonos móviles, empezaron un canal de You Tube. Habían descubierto una cosa, el feminismo, que querían divulgar. «Para nosotras era apenas un apéndice en un capítulo, parecía una cosa del pasado», recordó Zua Méndez. «Llegamos a él, por patético que parezca –apuntó Teresa Lozano– a través de las redes sociales». «Nadie nos explicó la teoría feminista ni alguno de sus conceptos; no conocíamos a las grandes filósofas….». Y con el hallazgo del feminismo, se les reveló algo más. «Cuando llegamos a él descubrimos que nos habían contado una mentira: nos habían dicho que habíamos alcanzado la igualdad y que podíamos tener las mismas oportunidades. Pero no era así. «Si bien es cierto que hemos conseguido una igualdad legal, no hemos logrado una igualdad real», concretó Teresa Lozano.
Esa «mentira» acarreaba algo más: el inmovilismo. «No se puede luchar contra algo que piensas que ya está superado». Además de una cierta paradoja: «Crecidas en una democracia, habiendo tenido acceso a estudios superiores; en definitiva, siendo unas privilegiadas, no sentíamos que fuéramos iguales». «Tampoco teníamos el apoyo del feminismo, porque nos lo habían robado. Nos han despojado de conocer el feminismo como movimiento social, pero también hemos sido víctimas del robo de referentes», abundó Lozano. No se refieren solo a las grandes feministas, «sino a mujeres que fueran referentes en deporte, ciencia, etcétera». «¿Cómo vamos a vivir en igualdad si no somos capaces, ni mujeres ni hombres, de nombrar a una científica o a una filósofa?», se preguntaron.
De ahí a la acción, para ellas hubo solo un paso: pulsar el botón de ‘enviar’ en Twitter, el de ‘grabar’ en el teléfono móvil. Todo ello en un momento clave para el feminismo. «En la Cuarta Ola feminista tienen una importancia vital las redes sociales. Hasta que no hemos roto el silencio cómplice y hemos empezado a contar a través de ellas lo que nos ocurría no nos hemos dado cuanta de que lo que nos pasaba no era una historia personal», repasó Méndez. Las mujeres alrededor del mundo empezaron a decir ‘yo también’, ‘#MeToo’. Se acabó el «calladita estás más guapa», porque «las mujeres no somos un colectivo, somos la mitad de la población y tenemos que estar presentes transversalmente, en todos los temas y todos los espacios institucionales». «En ese momento ocurrió algo espectacular, y descubrimos que esa historia personal que creíamos que era culpa nuestra ocurría por un único motivo: ser mujeres en un mundo machista».
Feminismo radical
A cara descubierta «como una decisión política» se marcaron un objetivo, «atravesar la barrera de prejuicios y hacerlo con un discurso muy llano, directo, porque lo cierto es que el feminismo habla de la vida diaria de las mujeres». Trataron de definir de manera sencilla términos como ‘feminismo radical’ («tiene que ver con ir a la raíz del problema, no con extremismo»), y concretar que «no pedimos la revancha al patriarcado,sino alcanzar la igualdad». De hecho, insiste Lozano, «las feministas somos las que más creemos en los hombres, porque no tragamos el discurso que les obliga a ser siempre líderes, a tener un deseo sexual incotntrolable. El sistema también los condena a ser ‘un hombre de verdad’».
En sus vídeos y sus redes se dedican a «revisitar» el debate sobre el feminismo, la igualdad o la violencia sexual. También, como dejaron patente ayer, en sus intervenciones públicas. Defienden que «hay una relación muy clara entre la violencia sexual y la mercantilización de nuestros cuerpos, que es la pirámide de esa violencia», y creen que «ya basta de colocar el foco sobre la mujer, de cuestionar si somos libres o no». «Tenemos que dejar de hablar de lo que nos ocurre y empezar a hablar de lo que nos hacen. Sin miedo, sin tapujos».