«El reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres dentro del matrimonio supuso un hito»

LAURA MAYORDOMO

Antes de Fiscal Superior del Principado de Asturias, cargo para el que recientemente ha sido renovada por otros cinco años, Esther Fernández (Gijón, 1959) fue la responsable del juzgado de violencia de género de La Coruña, donde sí presenció las conductas machistas que «afortunadamente» nunca le han tocado vivir en primera persona.

–¿Qué cree que nos hace diferentes a las mujeres?
–Diría que simplemente nuestra conformación física. Intelectualmente no hay ninguna diferencia y por tanto éstas no deberían manifestarse desde ningún punto de vista.

–¿A usted la educaron en la igualdad?
–Sí, desde muy pequeña. Y no tengo ningún recuerdo donde me haya visto tratada desigualmente, ni desde el punto de vista familiar ni del entorno en el que me moví.

–¿Lo aprendió en casa entonces?
–Sí, lo viví, que es la mejor manera de aprender.

–¿En las aulas, durante su etapa como estudiante, y en las salas de vistas, ya como fiscal, fue testigo o sufrió en primera persona conductas machistas?
–Nunca he sido consciente de haber sufrido ningún tipo de discriminación por el hecho de ser mujer. Ejerciendo mi profesión no y dentro de los que ejercemos mi profesión, tampoco. He desarrollado una vida profesional en la que he tenido la suerte de no ser víctima de ningún comportamiento machista. Pero, durante muchos años llevé el juzgado de violencia de género de La Coruña y ahí, evidentemente, sí vi mucho.

–¿Cuál ha sido la consideración que históricamente han tenido las leyes españolas para con la mujer?
–Es uno de los temas de los que quiero hablar en la jornada:el enfoque de la mujer ante la justicia y cuál era su situación durante los últimos años en la vida en general. Efectivamente, la posición de la mujer soltera era distinta a la de la mujer casada. Se cercenaba total y absolutamente la capacidad de obrar y la capacidad jurídica de la mujer casada, que estaba sometida en muchos casos al control absoluto por parte del marido, hasta el punto de que necesitaba la autorización marital para muchísimos actos de la vida cotidiana. Hasta que no se derogan estas normas, con las reformas del 75 y del 81, no se establece la igualdad del hombre y la mujer dentro del matrimonio y eso creo que marca un hito histórico. A partir de ahí, la mujer, sobre todo la casada, empieza a poder desarrollarse en todos los aspectos.

–¿En qué ha cambiado la consideración social de la mujer, su papel en la sociedad, en los últimos cincuenta años?
–Hemos ido adentrándonos en la vida a medida que las normas cambiaban y se nos abrían mas posibilidades en todos los ámbitos. El verdadero ejercicio de libertad, en lo que yo creo y por lo que estoy dispuesta a luchar es la capacidad de elección. Es decir, que podamos elegir sin que nos suponga ninguna traba el hecho de ser mujeres o nuestro estado civil. Y que, una vez hayamos elegido, se nos trate en igualdad de condiciones y podamos acceder a aquellos cargos o posiciones que hemos elegido libremente.

–¿Se declara feminista?
–Ni feminista ni machista. Me declaro humanista. Creo en el ser humano, creo en que todos somos iguales y no hay más que decir.

–¿En qué considera que aún hay que incidir para mejorar la condición de la mujer hoy en día?
–Hoy la normativa es total y absolutamente igualitaria. Por tanto, no es un problema de normas sino de convivencia y de educación. Los hechos que atentan contra el derecho de igualdad se siguen produciendo y no van a dejar de existir por el hecho de que haya más normas. Las pruebas así lo demuestran. Estamos ante un problema de principios, de educación, de aprender a relacionarnos.

–El futuro, ¿se escribirá en femenino?
–El futuro debe escribirse de la mano, hombres y mujeres, como iguales. El futuro somos todos y todos somos necesarios.