Yolanda Domínguez. Artista experta en comunicación y género: «El mundo nos lo han retratado siempre los hombres. Por eso, la mujer siempre aparece como un cuerpo desnudo, tirado, accesible, blando y disponible sexualmente»

OLGA ESTEBAN

Caperucita Roja es una niña indefensa a la que le han inculcado el miedo a salir sola y que es devorada por el lobo. La Ratita Presumida se encarga de las tareas del hogar y se enfrenta a otra figura masculina, el gato con el que se casa y que termina por abusar de ella. De Pitufina poco sabemos, más allá de ese nombre en diminutivo y de que es «mona», en contraposición de sus amigos los Pitufos, conocido cada uno por su profesión. Popeye es marino y Gadget, inspector. De las chicas, pocas veces sabemos, o sabíamos cuando aquellos eran los referentes infantiles, a qué se dedicaban. Caperucita y la Ratita Presumida fueron los dos primeros «referentes femeninos» de Yolanda Domínguez, experta en comunicación y género, y de toda su generación. Aquellos cuentos en los que siempre había un príncipe valiente y salvador. Unas figuras que se fueron repitiendo a lo largo de su vida. Lo que vemos, dijo Domínguez, es tan potente, que es lo que no se olvida, frente a lo que escuchamos y leemos. Nos enseñan a leer y escribir, «pero no a ver imágenes, a gestionarlas».
Y ahí se quedan, en nuestra mente, una mujer débil y una figura masculina que es casi un monstruo que devora a las mujeres. Una mujer que es valorada «por tener que encontrar el amor, atender el hogar y ser cuidadora» y un hombre siempre valorado por su profesión.
Hizo Yolanda Domínguez un repaso por la ficción. Por el arte, la publicidad, los dibujos animados. El ‘Bebe jefazo’ es un niño que encabeza una pandilla de «una niña, tres trillizos africanos y un gordo». En ‘Jurassic Park’, el hombre es el centro y el protector. Y así, al final, hemos recibido siempre la imagen de un mundo en el que el centro es el hombre blanco, joven y apuesto.
La publicidad ha ido más allá. Repitiendo ese rol de hombre occidental, blanco y joven, ha representado a la mujer en numerosas ocasiones como «un cuerpo tirado, delgado, blandito y disponible sexualmente». Incluso «sin rostro», en muchas representaciones de moda y publicidad. «El resto está invisibilizado». No hay otros roles ni otros tipos de mujer. La representación en la moda, más de lo mismo.
Yolanda Domínguez mostró un pequeño experimento, un vídeo que grabó con niños y niñas. Les mostraba publicidad real de marcas de moda, en la que aparecían hombres y mujeres, y que debían interpretar. Las conclusiones son terribles. Ven a los hombres siempre felices, jefes, incluso superhéroes. Ellas en cambio, a sus ojos, aparecen como «enfermas, con hambre, borrachas, tristes» e incluso muertas.
Teniendo en cuenta que «cuantas más imágenes violentas vemos, más tolerantes nos volvemos», y que «una de las formas de aprendizaje es la imitación», el cóctel está servido.
La comunicadora fue mucho más atrás en el tiempo. Antes de la televisión, de los dibujos animados, de las marcas de moda. A la Venus de Tiziano o a cualquier otra. A las mujeres desnudas, madres. A los hombres guerreros. A la Virgen, como la mujer más representada en toda la historia de las imágenes. Del pasado al presente, a los candidatos al Gobierno en el último debate electoral, a esos cinco hombres «rígidos».
La cuestión es que «el mundo nos lo han retratado los hombres» y ahí radica el problema. La mujer se ha convertido «en objeto de deseo y consumo». Es lo que sucedió con un anuncio de una conocida marca de gafas que, en su momento, hizo una publicidad que hablaba del «placer de estrenar siempre», mientras un hombre entraba en un bar lleno de mujeres con poca ropa. Domínguez lideró una potente acción: un grupo de mujeres, vestidas como las del anuncio, se presentaron en las tiendas de la marca. A los pocos días retiró esa publicidad: «Hay que protestar».
Aunque no es lo único necesario, claro está, para lograr un mundo igualitario. La comunicadora mencionó tres ‘C’ imprescindibles: «Consciencia, conocimiento y compromiso». «Hay que integrar todas las miradas, visibilizar la diversidad de género, más allá de las mujeres blancas, delgadas y jóvenes. Hay que dejar de representar a las mujeres solo como cuerpos, que se nos valore por otros aspectos».
Y aquí hizo su aparición Cristina Pedroche y sus ya famosos vestidos de Nochevieja. «María Teresa Campos no saldría en picardías a presentar». Porque, frente a la libertad de expresión que muchos esgrimen para defender ese tipo de mensajes, o más allá de la libertad de expresión, está «la responsabilidad de expresión».